Sevilla, sábado 11 de noviembre de 2023

Muy querida Maribel, queridas Kathia y Tania, queridos amigos todos que están hoy presentes para recordar a nuestro querido y admirado Zuño a los dos años de su partida:

Grande ha sido el honor que su querida esposa Maribel me ha conferido al pedirme “a mí” que grabe este vídeo con un saludo para todos Ustedes, haciéndome así participar a la distancia de esa reunión que tiene lugar ahora en Lima, en casa de Maribel, para recordar a Zuño y evocar su memoria, con la alegría de haberlo tenido presente en nuestras vidas. Y subrayo el “para mí”, puesto que yo no soy ni médico, ni dermatólogo, ni histólogo, ni virólogo ni anatomopatólogo, como para hablarles del hombre de ciencia que fue Zuño, tanto como Profesor Universitario de Dermatología y de Enfermedades Tropicales en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y que, a su jubilación, las autoridades sanmarquinas le confirieran el honroso título de “Profesor Emérito”, como Médico dermatólogo en su legendario consultorio en San Isidro de la calle Villarán, como Académico de Número de la Academia Peruana de Medicina y como Director de importantes publicaciones científicas. Yo pertenezco totalmente tanto al mundo de las Humanidades, por mi formación como filólogo, como al mundo de la Música, puesto que la he estudiado paralelamente a mis estudios universitarios, tanto en Lima, como en Viena, en Austria, como en Siena, en Italia De modo que les hablaré de Zuño fundamentalmente como persona humana y de mis experiencias con él como paciente.

Recuerdo muy bien que lo conocí a mediados de la década de 1980, con ocasión de una de mis frecuentes visitas a Lima. Yo ya hacía bastantes años que vivía en Europa y, cuando lo conocí, yo ya trabajaba como traductor al español en el Parlamento Europeo, después de haber ganado un concurso internacional para ocupar dicha plaza (“oposiciones”, las llaman en España a esos concursos obligatorios – en toda Europa – para convertirse en funcionario público y, en mi caso particular, en funcionario supranacional). Es por esto por lo que Zuño decía que “yo era un diplomático”, aunque en realidad nunca lo fui, sino que era un funcionario de lo que hoy se llama “Unión Europea”, después de haber pasado, primero como investigador en la Universidad de Heidelberg, en Alemania, y luego como docente en la Universidad de Florencia, en Italia.

Fue gracias a nuestra querida e inolvidable amiga María Gracia Martínez Pizarro, mi querida amiga y compañera de estudios, primero en la Facultad de “Estudios Generales de Letras”, y luego en la Facultad de “Lengua y Literatura” de la Pontificia Universidad Católica de Lima, que fue en donde inicié mis estudios superiores, que llegué a conocer a Zuño. María Gracia era hija de don José María Martínez Requena, que había sido, si la memoria no me engaña, el Secretario del doctor don Juan Negrín, quien fuera presidente del Consejo de Ministros de la República Española ya en el exilio (y último legítimo de la también legítima Segunda República Española) desde mayo de 1937 hasta marzo de 1939, debido al golpe de Estado de 1936 del general Franco, golpe de Estado que, como consecuencias, produjo no sólo la dolorosa y trágica Guerra Civil española, que duró desde 1936 hasta 1939, año en que el golpista Franco asumió de facto la presidencia del Gobierno español con el pomposo título de ”Caudillo de España” (cualquier similitud con el “Duce” de la Italia fascista y el “Führer” de la Alemania nazi no es pura coincidencia), sino también éxodo masivo de 465.000 españoles (cifra estimada por los historiadores), entre ellos algunos de los más brillantes talentos de España, que se exiliaron, primero en Francia y luego en México, Argentina y Estados Unidos, además de otros países hispanoamericanos, y, por supuesto, también además la Dictadura de casi cuarenta años de Franco (desde 1939 hasta 1975), Dictadura que aisló a España del resto de Europa y que sumió a España en una tenebrosa, represiva, casposa y oscurantista Dictadura que sólo terminaría con la muerte del “Caudillo”.

También don José María (“Requena”, para los amigos) fue un exiliado español, como el Dr. Negrín, salvo que a don José María el destino lo llevó a recalar en el Perú, junto a otros distinguidos exiliados españoles, como fueron “Corpus Barga” (pseudónimo literario y periodístico de Andrés Rafael Cayetano Corpus García de la Barga y Gómez de la Serna), eximio prosista y periodista de fuste (fue Corpus quien fundó la Escuela de Periodismo de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Escuela que, en su honor, lleva el nombre de su fundador), y, por supuesto, don Leoncio Roda, quien fuera el Embajador de la República Española en el Exilio en Lima,

además de ser nada menos que el padre de nuestra querida amiga y anfitriona de hoy, Maribel Roda de Burstein quien, por cosas de la Guerra Civil, nació en Barcelona (la ruta de Cataluña y el cruce a pie de los Pirineos para llegar a Francia era el camino obligado para llegar al exilio, gracias a que el Presidente francés Daladier abriera las puertas de la frontera franco-española en enero de 1939 al Exilio Republicano Español, aunque muchos de los exiliados pronto tuvieran que abandonar Francia rumbo a Hispanoamérica o los Estados Unidos, debido a la ocupación de Francia por la Alemania nazi que comenzara en 1940). Así pues, Maribel llegó siendo una niñita al Perú, de tan sólo cuatro años. De modo que mi carta de presentación para Zuño no podía ser mejor, dada la amistad fraterna que unía a esos distinguidos exiliados españoles y a sus respectivas familias.

Recuerdo como si fuera ayer la tarde que conocí a Zuño en su consultorio, a mediados de la década de 1980. La simpatía mutua fue instantánea y, aunque inicialmente lógicamente yo lo tratara de “Usted”, ese trato muy pronto se convertiría en un espontáneo tuteo mutuo. Fue tan grata y tan asombrosa mi experiencia como paciente con Zuño, dada su enorme sabiduría médica, que muy pronto convertí a mi querida Madre también en paciente de Zuño, entre quienes también se creó una simpatía mutua inmediata, que muy pronto se convertiría en gran amistad, amistad que duró hasta el año 2011, año en que murió mi querida Madre Tula, e incluso más allá, pues Zuño no dejó de asistir a ningún acto en celebración del don de la vida de mi Madre y en su memoria, actos que fueron generalmente misas de honras de mi Madre, misas a las que Zuño asistió a todas, a pesar de que Zuño era totalmente agnóstico (no era judío religioso ni persona religiosa en absoluto; es más, creo que ni siquiera albergara dudas o preguntas metafísicas o trascendentales: puedo decir que, si tuviera que elegir una sola denominación que distinguiera a Zuño, además de sus enormes conocimientos de medicina y su admirable empatía con sus pacientes, sin duda lo calificaría de laico totalmente convencido de su condición).

En diciembre de 1991, por acompañar a mi Madre Tula (que estaba sola, después de la trágica muerte de mi hermanita Patricia en un horrible accidente de aviación en 1970, de la absurda y prematura muerte por una “mala praxis” médica de mi queridísima tía María en 1986 en una clínica limeña de cuyo nombre no quiero ni acordarme,

que era para mí una segunda Madre, la hermana soltera de mi Madre y su compañera de vida, y después de la muerte de mi padre tras larga y penosa enfermedad en 1990) y para asegurarme de su bienestar, tuve que abandonar mi vida europea a la que estaba tan acostumbrado (vida que, si bien había tenido algunas interrupciones, había iniciado en septiembre de 1972) tuve que regresar a vivir en el Perú, donde siempre me sentí como un extraño. No pudo tocarme peor momento para volver que la cresta de la ola del terrorismo, que habría de terminar felizmente con la captura del líder terrorista Abimael Guzmán y su posterior condena a cadena perpetua.
Desde que volví a Lima a fines de 1991 y durante todo el tiempo que duró mi presencia en ella, mi Madre y yo fuimos pacientes asiduos de Zuño, quien ya se había convertido no sólo en amigo, sino además en médico de cabecera de los dos, teniendo la competencia como para actuar como médico Internista, al punto de que mi Madre lo llamaba cariñosamente “nuestro director de orquesta”, y fue nuestro médico de cabecera hasta el año 2001: él nos prescribía medicamentos, nos hacía seguimientos mediante exámenes clínicos de laboratorio y, cuando le parecía oportuno, nos derivaba a magníficos especialistas. Fue sólo en el año 2001 que mi Madre y yo nos pusimos en manos de un excelente médico Internista como médico de cabecera, pero Zuño fue siempre nuestro médico dermatólogo y a quien siempre le pedimos consejo, debido a sus enormes conocimientos médicos y a su admirable empatía con sus pacientes.

A finales de 2013 retorné a Europa. Cuando alguien me pregunta si echo de menos Lima, mi respuesta es siempre la misma: lo que más echo de menos, además de ciertas (pocas) amistades, es a nuestros maravillosos médicos, quienes, en su mayoría, además de ser mis médicos, se han convertido en mis amigos. En cada visita a Lima, desde que la dejé, no he dejado nunca de pasar al menos una, si no dos consultas con mis médicos y, por supuesto, entre ellos no podía faltar mi amigo Zuño. Supe de su fallecimiento el 16 de noviembre de 2023 casi inmediatamente, pues nuestra querida Maribel me mantenía informado de su estado de salud mediante el “chat” de “WhatsApp”. Vivió los mismos años que mi Madre, es decir 91 años; y fallecieron el mismo mes de noviembre, pero a una distancia de diez años, puesto que mi Madre era de 1920, mientras que Zuño era de 1930. Su fallecimiento me llenó de tristeza, pero pronto caí en la cuenta de que Zuño no quería ser recordado con tristeza, sino con alegría, porque Zuño amaba la vida, amaba a los seres humanos, especialmente a Maribel, a sus hijos y también amó y cuidó a su padre hasta el final; y le preocupaba, le concernía como persona y como ser humano el bienestar de todos. Por eso puedo decir, sin ningún titubeo, que Zuño fue un “tzadik” (‘hombre justo’) un “ben Adam” (‘hijo de hombre’), como se dice en hebreo. Y puedo decir con sobrado orgullo de que un “tzadik” me ha honrado con su amistad. Y nos ha honrado a todos nosotros, que tuvimos la suerte de tenerlo presente en nuestras vidas. Por eso, brindo con mi copa de agua con todos Ustedes y les digo “lejáim”: por la vida. Él no habría querido otra cosa.

Muchas gracias por vuestra paciencia. Abrazo a Maribel con enorme cariño, lo mismo que a sus hijos, y los abrazo a todos Ustedes, deseándoles una vida bienaventurada, siempre gozando de salud y del indispensable “buen ánimo”, al que los antiguos griegos llamaban “euthymía”, que significa literalmente ‘alegría’, y que en la moderna psiquiatría se dice en español “eutimia” (del prefijo “eu-“ – bien, normalidad – , “thym(o)” – voluntad, ánimo – y el sufijo “ía”,) voz documentada en inglés desde 1623 (“euthymia”), y que significa por supuesto “estado de ánimo caracterizado por un tono afectivo normal” y “sensación de paz, tranquilidad y satisfacción mentales”, como muy bien consta sub voce “eutimia” en el Diccionario de Términos Médicos de la Real Academia Nacional de Medicina española, publicado en 2012. No les puedo desear nada mejor que esto, y estoy convencido de que Zuño estaría totalmente de acuerdo conmigo.

Vuestro amigo, afectuosamente en el recuerdo de nuestro amigo Zuño

Fernando del Solar – Dias

Escrito en Sevilla en honor de Zuño, el sábado 11 de noviembre de 2023